Pueblo con lago no es solo un lugar, sino un estado de ánimo. No es la geografía lo que intento capturar, sino la sensación de estar aquí, en este tiempo suspendido donde el agua, la piedra y la niebla contienen algo que nunca se dice del todo.
Este trabajo fotográfico es una invitación a la pausa, a la observación detenida de los detalles que configuran nuestra percepción del entorno y nuestra relación con la soledad, el recuerdo y el paisaje.
Fotografío lo que veo, pero también lo que pesa en el aire, lo que se intuye entre el reflejo y la sombra. No busco respuestas, sino quedarme en la pregunta: ¿cómo nos afecta un paisaje que parece observarnos? ¿Cómo se filtra en la memoria un entorno que, a primera vista, parece inmóvil, pero que en su quietud lo transforma todo?
Este proyecto es una exploración de la relación entre el espacio y la emoción, una forma de medir lo intangible: la soledad que se vuelve refugio, el tiempo que se estira en la bruma, la nostalgia de algo que no sé si alguna vez existió.
Soy testigo y, al mismo tiempo, parte de este paisaje. No sé si intento comprenderlo o si es él quien me observa y me transforma.


















